There is so much beauty in this world...

lunes, 21 de septiembre de 2015

Zona de confort? chupala

Hace días leí: "Una zona de confort es un lugar hermoso, pero nada crece ahí". No puedo estar más en desacuerdo. En nuestra zona de confort crece lo que nosotros plantamos y lo que queremos hacer crecer.

Mismo leí: “La vida empieza donde termina tu zona de confort.” Y me hizo pensar. Considero que más bien es lo contrario. La vida empieza donde vos decides que empiece tu zona de confort. Creo, personalmente, que ésta la tenemos mal entendida. Desde mi punto de vista pienso que hay dos tipos de zonas de confort.

Una, la que te hace entrar en la rutina que consume. Esa desidia que a veces provoca la conformidad. Ser conformista no es malo, simplemente es una actitud que mucha gente tiene y que, a algunos, les va bien y sirve. Sencillamente, porque no esperan ni aspiran a más. Totalmente respetable. Personas que han decidido que ese espacio que habitan, tanto el físico como el mental y el emocional, ya les está bien y se conforman en seguir viviendo sus tranquilas vidas. Seguramente con sus problemas y preocupaciones, porque todos los tenemos. Pero no se involucran más de lo que ellos creen que es necesario.
Acertado o no, es su decisión. Y es probable que muchos de ellos piensen que su vida es dura, difícil, pesada, ardua, aún estando en una zona de confort personal que desde lo ajeno vemos que seguramente podría ser mejor, o no, pero… quiénes somos nosotros para juzgar su situación y, sobre todo, su decisión?

Luego estamos los inconformistas. Esos que luchamos cada día por romper la rutina. Por romper los estereotipos que son considerados como parte de las masas que nos dominan. Nos gusta romper los moldes de nuestra propia existencia. Innovar, descubrir y transgredir esquemas de aquello que nos dicen que no puede ser transgredido. Somos inconformistas natos. Inquietos… rebeldes por naturaleza (ponele).
Y la zona de confort de éstos segundos? Existe? Pues claro que existe. Todos tenemos nuestra zona de confort. La mía la estoy creando día a día. Esa en la que voy añadiendo todas mis aventuras y desventuras diarias, mis anhelos y mis deseos, mis inquietudes, mis proyectos y  retos, los logrados y los que están pendientes de lograr. Pero ahí están, dentro de la zona de confort que me he creado yo, una inconformista que lucha para seguir creciendo entre las masas que abundan. La estoy haciendo a mi medida, la que yo he decidido, esa en la que me encuentro sumamente a gusto. Pero no por ello es menos complicado.

Porque en nuestra zona de confort crece lo que nosotros queremos, creamos y hacemos crecer. Es cuestión de actitud y perspectiva. Así de fácil.
Nos dicen que tenemos que salir de nuestra zona de confort, que después de ella hay "magia", "aprendizaje", "aventura". Y nos sentimos exactamente igual que un niño al que se le anima a que se separe de su madre, como si fuera fácil -y recomendable- desprenderse de sus maravillosos y seguros brazos... Pero nadie nos dice por qué nos cuesta tanto, y nos impulsan a dar el salto sin explicarnos, sin decirnos qué va a pasar, qué hacer, sin más compañía que nosotros mismos y nuestros miedos. Los animadores del salto nos hacen sentirnos culpables, cobardes o inmaduros.

Pero aquellos que empujan, -con teorías varias y propuestas de cambio, asegurándonos que nuestra vida cambiará para mejor cuando salgamos de la supuesta "terrible, mediocre e infértil" zona, podrían tranquilizarnos explicando primeramente el porqué de nuestra tendencia a no salir de ella. Llevamos miles de años agarrándonos a lo conocido, a la seguridad de la rutina. Tenemos el hábito ancestral de huir o rechazar el cambio. Nos autocalificamos de cobardes por ello, o criticamos a los demás por lo mismo, sin pensar que salir de la zona de confort a veces nos costó caro, que estamos aquí gracias a esa tendencia y que la acción contraria nos hace perder la sensación de control. Es una protección más que útil de nuestra naturaleza.

Es cierto que gracias a que unos pocos se atrevieron a poner los pies fuera de ella (muchos se perdieron por el camino), la especie también ha progresado, y sigue progresando. Pero vamos a dejar de sentirnos culpables o de calificarnos negativamente por ese miedo al cambio. Démosle las gracias, valoremos cuándo hace falta o no hace falta esta tendencia, y agrandemos esas prisiones cuando sepamos que el miedo no está justificado o que la zona de confort nos asfixia. Y siempre y cuando no nos lancemos, ciegos, a un vacío aún peor.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Veía tanta felicidad al rededor mío, que por un momento creí que merecía ser parte de ella... 
Eran tantas las personas enamoradas, que me hicieron pensar que también llegaría mi turno de sentir, de ser amada, realmente amada. No sé que tan ridícula me tuve que haber visto mientras esperaba algo que evidentemente no es para cualquiera, y ese "cualquiera" inicia conmigo, y finaliza en mi.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Necesitaba encontrarse a sí misma, necesitaba empezar a pensar que quería, y por qué lucharía, para luego reconocer a las personas y lo importantes que son para ella. Pero sobre todo descubrir lo importante que es ella para los demás.